En 1874, Mariano Fortuny pintaba una de sus obras maestras: Los hijos del pintor en el salón japonés. Poco después fallecía repentinamente. Tenía tan solo 36 años y su muerte conmocionó al mundo artístico. A pesar de su juventud fue el artista español con mayor proyección internacional del siglo XIX y a través de su relación con el marchante Adolphe Goupil, obtuvo un éxito rotundo antes de llegar a la treintena. Aunque han sido muchas las exposiciones que se le han dedicado al artista hasta ahora, ninguna como la que el Museo del Prado inaugura hoy y que abrirá sus puertas hasta el próximo 18 de marzo: Fortuny (1838-1874). Se trata de la primera exposición antológica que la pinacoteca le dedica y tiene, según dicen sus responsables, "un carácter excepcional e irrepetible" ya que recorre de forma cronológica las distintas etapas de la producción del artista catalán en todas sus facetas: como pintor, acuarelista, dibujante, grabador e incluye, además, su faceta de coleccionista de antigüedades, que solía utilizar para sus pinturas y donde se pueden encontrar tesoros maravillosos de arte japonés. La exposición, según ha afirmado, es el resultado de la investigación que el equipo del Prado ha desarrollado durante cinco años. De esta manera se han reunido un total de 169 obras, una treintena de ellas pertenecientes a la colección del Prado –que adquirió cuatro piezas nuevas durante la preparación de la exposición- y el resto procedentes de grandes museos como el Museo Fortuny de Venecia (29) y el Museo Nacional d'Art de Cataluña (18). Del total, 67 nunca habían sido expuestas fuera de sus colecciones y museos de procedencia y una docena de ellas son totalmente inéditas. El Museo del Prado nos ofrece la oportunidad única de redescubrir bajo un nuevo prisma a un pintor que deslumbró por el virtuosismo de su técnica y que, como Delacroix, encontró en el próximo Oriente gran parte de la inspiración y la luminosidad que impregnaría la mayoría de sus obras.