EXISTEN EFECTOS PSICOLÓGICOS POSITIVOS TRAS EL CONFINAMIENTO
Estrés, miedo e incertidumbre. Tres palabras que actualmente están asociadas a una sola cosa: COVID-19. Cuando se habla de los efectos psicológicos que el coronavirus está dejando a su paso estos son los tres personajes principales de la historia. Pero no todo son malas noticias, gracias a un estudio sobre el impacto psicológico de la pandemia del COVID-19, se ha conocido que para muchos españoles el confinamiento tuvo también efectos positivos.
El 14 de marzo de 2020 se decretó el estado de alarma en todo el territorio español y como consecuencia, con el fin de frenar la expansión del coronavirus y reducir la emergencia sanitaria, se impuso un confinamiento obligatorio en todo el territorio. El estudio realizado por Bonifacio Sandín, Julia García-Escalera, Paloma Chorot y Rosa M. Valiente, analiza el impacto psicológico derivado de esta situación excepcional que fue desde marzo a abril de 2020. El objetivo de estos cuatro investigadores se centra en dilucidar cuáles fueron los miedos más recurrentes asociados al COVID-19, los factores que podían influir en que estos fueran más o menos acentuados, y el impacto emocional negativo y positivo que provocó el confinamiento en los españoles.
En relación con los miedos que surgieron durante este estado de excepción, los resultados muestran que de los diez temores más comunes y recurrentes, cinco estuvieron relacionados con la contaminación, enfermedad y muerte debido al coronavirus. A esos cinco le siguen en relevancia los miedos vinculados con el trabajo, la pérdida de ingresos y el aislamiento social. Cabe destacar que, a pesar del nerviosismo de algunos y de las imágenes de personas agotando las existencias de papel higiénico, conservas y otros bienes de primera necesidad a principios del confinamiento, en este estudio los miedos a la carencia de productos de primera necesidad han resultado ser los menos frecuentes. Aun así, hay que poner en valor que la prevalencia del resto de temores fue muy elevada. Más del 40% de los participantes del estudio (464 personas), experimentaron de forma “muy intensa” el miedo a la muerte de un familiar, al contagio de algún familiar, a la propagación del virus, y al aislamiento de familiares y amigos íntimos.
Debido a que los casos más graves están asociados a personas de más de 65 años, podría pensarse que es justo esta parte de la población la que más miedos y mayores grados de preocupación acumularon, pero no fue así. Los más jóvenes fueron los más vulnerables para una parte de los miedos, en especial con aquellos que están relacionados con el contagio, la enfermedad, la muerte y el aislamiento social. Un ejemplo bastante ilustrativo de esto es que el miedo a la muerte o al contagio de un ser querido se produjo de manera muy intensa en el 55,9% de las mujeres y el 48,3% de los hombres de entre 19 y 30 años, mientras que este mismo temor solo se produjo en el 30% de las mujeres y 26,7% de los hombres con más de 50 años.
De manera general, el estudio acaba trazando un perfil emocional vinculado al COVID-19 que plantea un predominio de síntomas de preocupación, estrés, desesperanza y problemas de sueño, junto con un impacto también elevado de los niveles de ansiedad, nerviosismo e inquietud. Los factores que agudizaron y potenciaron toda esta sintomatología fueron vivir con enfermos crónicos, vivir con menores de 12 años y la sobreexposición a informaciones sobre coronavirus a través de medios de comunicación. En concreto, la excesiva exposición a los medios, se asocia a niveles más altos de ansiedad, preocupación y trastornos del sueño.
A pesar de todo, y aunque asumimos que los principales efectos psicológicos del confinamiento son de tipo negativo, hay lugar para la esperanza. Según revela “Impacto psicológico de la pandemia de COVID-19: Efectos negativos y positivos en población española asociados al periodo de confinamiento nacional”, el confinamiento generado por la pandemia de COVID-19 también provocó efectos positivos en parte de la población. Este tipo de experiencias podrían servir de gran ayuda para fortalecer la salud y la resiliencia de las personas, y también para incluirlas en los programas de intervención o ayuda a personas que no experimentaron el confinamiento de manera tan positiva.
Muchos de los participantes del estudio admitieron haber experimentado emociones asociadas a: valorar nuevos aspectos de la vida, conocer o vivir nuevas experiencias positivas, aprender a valorar cosas importantes de las que antes no eran conscientes, o descubrir nuevas capacidades o aficiones. La mitad admitió haber interiorizado mejor el valor que tienen las actividades al aire libre. Además, muchos de ellos reconocen también que ahora se interesan más por otras personas o relaciones interpersonales de lo que lo hacían antes. Un aspecto que llama particularmente la atención es que, aunque fueron las mujeres el grupo que sintió los miedos con más intensidad, también fueron ellas las que más experiencias positivas descubrieron y sintieron durante el confinamiento.